A través de los siglos la Iglesia ha enfrentado tendencias sociales y doctrinales que atentan contra los principios que bajo la inspiración del Espíritu Santo han dado forma a las verdades de fe que predicamos.  Durante los pasados años los movimientos carismáticos y sus herederos neo-pentecostales han propiciado una enorme gama de formas y tendencias que nos obligan a realizar de forma exhaustiva ejercicios hermenéuticos para al menos mantener células de buena doctrina en los diversos sectores de nuestras comunidades.


Actualmente, es fácil percibir la complejidad de las ideas que se forman en torno a teologías mal interpretadas y enseñadas. A eso le debemos añadir la intromisión indebida de los modelos de mercado,  las tendencias ególatras e inclinaciones a la riqueza que han desviado a muchos de lo que realmente representa el Evangelio y la Fe en Jesús, el uso de estrategias publicitarias, la acomodación de pensamientos positivistas y triunfalistas en los cuales le ofrecen a las personas soluciones inmediatas y un desinterés en ver adecuadamente lo que significa el mensaje de la Cruz.   La rúbrica que mantenía a una congregación al margen de lo profano ha sido violentada, dando paso a una secularización generalizada de nuestras verdades eclesiales.  Además, son miles las organizaciones religiosas que recurren a la propaganda de milagros, sanidades y unción con tal de llenar sus iglesias. 

Recientemente me llamó la atención una publicidad en mi país en la cual se convocaba a las iglesias y al público en general a una actividad llamada “Milagro Fest”, o  festín de milagros.  Dicha actividad fue promocionada a través de los medios de comunicación mostrando visuales con los aparentes y no comprobables milagros ocurridos en otros países, lo cual sería la receta a encontrar en esta actividad.  Además, se promocionaba como toda una estrella de rock el “fin de la gira evangelistica” del predicador.  En otras palabras, los milagros de este predicador terminarían con su “gira”, así que se instaba a que aprovechara la oferta antes de que culminara.  Ciertamente, era indignante ver como se pretendía mercadear la actividad y por ende la Fe.  Este mercadeo utilizando milagros no es nuevo, pero si es uno muy peligroso y al cual tenemos la responsabilidad de señalar.

Desde los tiempos del Nuevo Testamento,  Cristo y la naciente Iglesia fueron confrontados con estas realidades que requirieron corrección.  Cristo, en Lc. 10:20 corrige a sus discípulos ante el énfasis desmedido que habían puesto a las señales que hacían, expresando que era mejor que sus nombres “estén escritos en el cielo”.   Es claro entender,  que el acto de los discípulos posiblemente tenía algún mérito, pero para Cristo, evidentemente no era lo importante.  Sin embargo, no podemos olvidar también que fuimos advertido por Cristo en Mat 24:24 en el cual expresó que se levantarían falsos Cristos y falsos profetas que harían señales y prodigios y que aún los de la fe podrían ser engañados.  Así que, con la advertencia ya dada debemos comprender que los milagros no son una métrica de ministerios saludables y más aún, señal de ministerio genuino para ninguna confesión cristiana.   Toda persona que se deja llevar por estos criterios se expone peligrosamente a ser engañado.

Definitivamente,  Dios tiene el poder para obrar de maneras que no son regidas por nuestra ética, teología o filosofías de vida.  Sin embargo, aprendí de un gran amigo pastor las dos  “P” que rigen estos asuntos, posible y probable.  Utilizando ambas palabras se podrá elaborar las siguientes preguntas: ¿Es posible que Dios haga algo?,  diríamos que sí, ya que entendemos que Dios todo lo puede, pero la segunda nos coloca en un estado de gran cuestionamiento, ¿Cuan probable es que Dios lo haga?, definitivamente contestar esta es un gran reto. No obstante, bajo un análisis simple de estas dos preguntas comprendemos que Dios es capaz de sanar a todos, pero en realidad no todos vivirán esta experiencia y eso es lo que no se le dice a la gente.  Puedo asegurar, que vivir una vida plena en Cristo es posible en cualquier escenario que la vida nos pueda dar.  Sin embargo,  será evidente que este acto de honestidad escritural no será parte de la propaganda, porque definitivamente la actividad que se anuncie así será según los estándares seculares un fracaso.

Partiendo de otro análisis, también es altamente cuestionable si verazmente alguien ostenta el don de sanidad como fue reflejado en Cristo y los Apóstoles.  Personalmente e inclinándome por una filosofía cristiana más reformada,  al día de hoy nadie ostenta este don.  ¡Que se pueda vivir experiencias de sanidad por la oración de un creyente!, definitivamente si, pero que alguien tenga ese don, definitivamente no.   Sólo con una mirada al ministerio de Cristo y el de los Apóstoles es fácil visualizar un verdadero don de sanidad.  Ciertamente,  cada vez que Cristo y los Apóstoles se acercaban con la intención de operar una sanidad esta se lograba, más aun, no existía cuestionamiento o duda alguna ya que se hacía evidente el testimonio a los demás de dicha curación.  Sin embargo, la pregunta forzada ¿Cuántos fallan los “sanadores” de hoy? Miles.  Si Cristo es el modelo de este tipo de don, entonces los “sanadores” de hoy  tienen grandes dificultades.

Por otro lado, esto expone un problema mayor si el milagro no es realizado, ¿Quién no tuvo fe?  Es evidente e insospechable que se cuestione la fe del predicador (el “ungido”), lo cual deja por eliminación dos posibles culpables: el enfermo que no tuvo suficiente fe o Dios que no lo escuchó.  Lo triste de este escenario es que se crea un ambiente desolador y frustrante,  por un lado, se le dice a una persona que no tiene fe,  cuando desesperado por su condición acudió buscando auxilio y por el otro,  se le consuela con la patética idea que Dios sabrá o algún día hará algo dejándolo sin esperanza en su agonía.  Como también, lo exponen a la incredulidad o abandono de la fe y a cuestionar por qué Dios no lo hizo si había creído o finalmente a sentirse engañado.  Se me rompe el alma al escribir esto, pero debemos entender que el evangelio no crea frustración, sino es vida para todo aquel que cree. 

Además, si cualquier individuo dice tener el don de sanidad, podríamos hacer varias preguntas;
·         ¿Por qué no hay vídeos de ellos llevando esa sanidad a hospitales y centros de enfermos?
·         ¿Qué tal si eliminamos la publicidad, televisión y radio?
·         ¿Por qué es sólo en este escenario, el cual es de gran control y manipulación que estos fenómenos aparentemente se dan?, ¿Es que fuera de este escenario Dios no hace nada?
·         ¿Por qué su propaganda no dice o exhorta sobre el pecado, contrición o arrepentimiento?, ¿Qué realmente se persigue?
·         ¿Dónde queda Cristo, el Evangelio y la Escritura en todo este panorama?

Este tipo de actividad es de sensaciones pasajeras, no transforma y solo complace a la gente con una supuesta presencia de Dios que ya en dos horas (siendo optimista) olvidarán.  No provoca cambios permanentes en la sociedad, no la libera sino que la mantiene  esclava de expectativas irreales.  Son actividades matizadas por el sensacionalismo, misticismos que rayan en la superstición.  Además, es claro que el porciento más alto de los asistentes son gente de la misma iglesia, ansiosa y curiosa de ver que Dios “hará” y no de perdidos.   En fin, es puro engaño,  tanto los que la realizan y los que la patrocinan caen por desgracia en la trampa de la circunstancialidad.


El mensaje del evangelio es uno; Cristo que vino a este mundo por amor a la humanidad y se ofrenda en la cruz por nuestros pecados, para que arrepintiéndonos lleguemos alcanzar la Vida.  Mensaje que por la fe recibimos y sobre el cual maduramos.  Todo lo demás son inventos del culto humano y donde realmente Dios no está.

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