Predicar el evangelio y exponerlo desde un púlpito,  es uno de los más grandes privilegio que ministro alguno pueda tener.  Este enorme privilegio tiene su raíz en el amor de Dios por la humanidad, la revelación y el sacrificio de Cristo en la cruz.  No obstante, otra  razón o fundamento que se utilice para exponer el mensaje de Salvación,  hace de la predicación un evento fuera del marco de la escritura y puede ser perjudicial a la gente que lo escucha.

El reconocido escritor Max Lucado decía; “Que lo peor que puede suceder es aburrir a la gente con el mensaje del evangelio”, sin embargo, haciendo eco de estas palabras podríamos hacer una pequeña modificación y decir que: “Que peor aún sería herir, manipular y tratar controlar a la gente con el mensaje del evangelio”.  Es lamentable cuando la predicación del evangelio se torna en algo mas allá de lo que debe ser.  En un mundo tan hostil, lo menos que necesita la humanidad es un mensaje o una iglesia hostil.

Al decir hostil, me refiero a todo aquel tipo de predicación o mensaje que atente contra la estabilidad, sanidad y restauración adecuada de una persona en la fe. Cuando esto sucede nos enfrentamos a un fenómeno que podría rayar en pecado, ya que,  no sólo atentamos y alteramos el propósito de la predicación,  sino atentamos contra aquellos que ven en Dios la alternativa de vida que necesitan.

En ocasiones es difícil distinguir un mensaje que pueda ser hostil u ofensivo.  En realidad existen infinidades de formas en que el mensaje que se expide desde nuestros púlpitos se pueden tornar hostil,  claro está, ésta hostilidad se pude hacer con  la mayor pasividad del mundo, veamos algunos ejemplos:

  • El mensaje condicional – Aunque creemos firmemente que existen ciertas condiciones para una vida cristiana abundante, también debemos comprender que estas son el fruto de una relación cultivada y edificada en Cristo. Este mensaje cae en la categoría de premio y castigo.  Debo hacer para recibir. 
  • El mensaje del sentido –en este se condiciona a la gente a sentir algo,  si esto no sucede en el momento que deseamos o esperamos entonces las personas no toman decisiones o acciones que son claves en sus vidas. Este tipo de mensaje propicia el inmovilismo y sedentarismo, como también,  la expectativa equivocada y basada solo en un sentimiento y no en la responsabilidad que cada individuo debe tener en la vida.  El mismo se desarrolla en un ambiente de mayor emotividad que espiritualidad.
  • El mensaje de complacencia – es el mensaje en el que todo esta bien. Por lo general no guarda armonía con la realidad de la iglesia y la sociedad que lo rodea.  Su visión es futurista y se usan frases manipuladoras como “Dios hará algo”, “Esperamos algo tremendo” o estribillos sugestivos.  Todo es tan de bendición que atentamos contra las disciplinas básicas del evangelio. Este mensaje  es condicionado también a la provisión divina. 
  • El mensaje que todo es pecado - este mensaje se basa en construir al hombre en una base de total culpabilidad.  Provoca exclusivismo, apatía y produce miedo continuo de fallarle a Dios.  Es muy común hoy día y es uno de los mas dañino y perjudiciales que existe. Veamos varias razones para afirmar esto:
§  Atenta contra la libertad que Cristo puede ofrecer del pecado.
§  Atenta contra la justificación y el perdón, ya que la persona siempre está expuesta a que todo es pecado,  generando un sentido de culpa que produce frustración y en el peor de los casos un legalismo innecesario.
§  Hace una proyección equivocada de lo que es Cristo.
§  Patrocina el dualismo, lo cual siempre ha sido catalogado como herejía por la iglesia cristiana.
  • El mensaje místico – Este es el tipo de mensaje cargado en extremo de misticismos o revelaciones, profecía, sueños o manifestación de dones.  Debo recordar que creo firmemente que Dios puede hablar al hombre y que no necesita nuestro permiso o educación teológica para hacerlo, pero también es meritorio decir que los excesos en este tipo de pensamiento o movimiento generan más confusión, intrigas y enredos que edificación y crecimiento en el individuo. (El Dios me dijo o me revelo es muy habitual)
  • El mensaje del miedo – Es querer crear en la gente la expectativa del miedo para mantenerlos “cerca” y que no se “aparten” y se cuiden de no pecar.  Es el mensaje alarmante,   que en ocasiones para darle validez se manipula con lenguas, exhibiciones casi espiritistas, visiones o perspectivas que le den una cierta santidad y se valide a nivel corporativo.

Estos tipos de mensajes lo encontramos en todos los foros,  y es lamentable el efecto negativo que ha tenido en muchos.  Ante esto, son varias las preguntas que debemos hacernos para que lleguemos a una reflexión adecuada.

  • ¿Que es lo que debemos predicar o enseñar?
  • ¿Necesita Dios de nuestros talentos persuasivos para que alguien le conozca?
  • ¿Son nuestras habilidades tan poderosas y nuestra oratoria tan especial que logran convencer a la gente que nos rodea?
  • ¿Cual es el propósito que se persigue al predicar?
  • ¿Necesitamos manipular, someter y controlar sentimientos para que el evangelio haga su efecto?
  • ¿Es la promoción o las expectativas que presentamos correctas, balanceadas y adecuadas al mensaje de la palabra?

Ante estas preguntas se debe reflexionar un poco y llegar a la conclusión que el mensaje predicado debe ser balanceado, cristocéntrico y libre de los elementos manipulativos y controladores que afectan su efectividad y finalidad.  Es por esto que el mensaje…

  • Debe ser realista e inspirador.
  • Debe ofrecer alternativas al pecado y a la vida.
  • Debe ser práctico, lo que decimos debe servirnos para la vida diaria.
  • Debe ser liberador y no cargado de premisas emocionales y manipuladoras.
  • Su fundamento debe ser Cristo.
  • Debe guardar un orden y fundamento litúrgico y teológico.
  • No utilizar el momento para resultados personales.

Debemos comprender que el mensaje del evangelio es una herramienta crucial en la expansión del mismo. Su uso puede producir excelente y permanentes resultados, como también devastadores y destructivos.  El mensaje mal enfocado produce esclavitud, Cristo, Pablo y los apóstoles criticaron esto a los religiosos del momento y  hoy no es la excepción. Necesitamos mensajes que inspiren pero que su inspiración no sea bajo premisas meramente humanas, mensaje que cambien personas por la obra del Espíritu y no por nuestra oratoria y retórica, mensajes que renueven fuerzas y no que sumerjan a la gente en un estado de pecado eterno y continuo.  Necesitamos el mensaje que exprese la diferencia entre el pecado y la santidad, pero que no excluya al pecador. Necesitamos mensajes que el centro no sea el predicador, el concilio, la congregación y mas aún su visión y propósito,  sino Cristo.


Debemos como personas de fe, revisar los acercamientos, hablar lo que es necesario y ser prudente cuando nos dirigimos a personas que no conocen los que es el camino de la fe. Debemos comprender que aunque no somos los dadores de la vida eterna, ponemos en juego la eternidad de la gente cuando en vez de predicar o enseñar un mensaje balanceado y centrado en Cristo lo convertimos en un mensaje inapropiado  que produce cargas en vez de vida y esclavitud en vez de libertad.   Es nuestra responsabilidad recordar que el mensaje es vida y ahí se debe quedar.

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