Vamos a verlo de este modo. Posiblemente la siguiente
analogía nos dé al menos una idea de lo que quiero exponer. Usted desea comprar una pizza de jamón, llama
a la pizzería, la ordena, y cuando la
busca definitivamente ahí está, la pizza
con el ingrediente solicitado. No
obstante, días más tarde vuelve y llama, ordena su pizza favorita de jamón y
cuando la va a buscar encuentra que tiene jamón, pero también le añadieron
vegetales. Asombrado usted por el inusual hallazgo también se percata que le
cobraron más y va a reclamar que su pizza era de jamón y que la servida tiene
otro ingrediente. Evidentemente, aunque la pizza tenía el ingrediente
solicitado, no la puedo clasificar de jamón porque al tener otro ingrediente ya
sería una pizza de otra clasificación.
Lo mismo pasa con cualquier movimiento, en este caso el pentecostal. Podrá tener elementos conocidos, pero tan
pronto se le añadieron otros elementos que alteran o contradicen su esencia,
pentecostal no es.
Es un hecho que el pentecostalismo ha sido un
movimiento de sensacional crecimiento en el mundo entero. Sus ideas y estructuras formadas por los
movimientos de santidad en los EE.UU al final del siglo XVIII y principios del
siglo XIX, desembocaron en el llamado avivamiento de la calle Azuza ocurrido en
Los Ángeles California, en 1906. Desde
1906 hasta 1915, la calle Azusa fue el punto de encuentro de personas que por
interés o curiosidad llegaron de lugares distantes llevando el pentecostalismo
a sus países y regiones, siendo América Latina uno de los territorios de mayor
desarrollo. Eventualmente, llega a
Puerto Rico en el 1916 por la prédica de Juan L. Lugo.
Según Federico Bruner, en su libro A theology of the Holy Spirit resume las
diversas fuerzas que convergen produciendo las bases del movimiento pentecostal. Según este autor, el metodismo fue el terreno
moderno en donde floreció el pentecostalismo, por su esmero en un avivamiento,
su punto teológico principal. Charles
Finney, junto al movimiento de santidad, se consideran los elementos que
desarrollaron la teología y práctica.
Según Arthur Clement, en su libro Carismáticos
y Pentecostales una historia confesional, expone que el vínculo principal
entre el metodismo y el pentecostalismo se centra en el deseo de una
experiencia que ocurre después de la conversión. El metodismo buscaba una experiencia
instantánea de santificación, mientras el pentecostalismo aspiraba a un
bautismo después de la conversión.
De estos dos elementos se desarrollaron las doctrinas básicas del
pentecostalismo, las cuales eran Santidad personal, la Venida de Cristo, la Salvación y el Bautismo en el Espíritu Santo como experiencia posterior a la
conversión.
Es muy complicado hacer un análisis global y
total del pentecostalismo. Fueron miles
los conceptos, interpretaciones y aplicaciones que ha tenido en todos los
lugares que ha llegado. Solo con una
mirada a la diversidad de organizaciones pentecostales que existen te da una
idea de lo complicado del asunto. Desde
sus comienzos el movimiento se desarrolló sin una organización o estructura
adecuada, cada persona que vivía la experiencia la llevaba a su lugar de origen
cargando su matiz personal y lo que interpretaba sobre lo escuchado en Azuza o
por los que estuvieron allí. No es hasta
que se forman diversas organizaciones como la Iglesia de Dios y las Asambleas
de Dios que algunas congregaciones afiliadas se verán regidas por reglas,
normas y principios fundamentales que cada organización desarrollaría. En
esencia, el pentecostalismo se levanta basado en una pluralidad de
organizaciones e iglesias totalmente independientes unas de las otras. Esta independencia que al parecer se ve
funcional basada en organizaciones o concilios, eventualmente será la espina
que llevará al pensamiento pentecostal a las futuras mutaciones de su mensaje.
Cuando hablo de un pentecostalismo agonizante,
no lo hablo en el sentido de una total desaparición, lo que sería faltarle a la
realidad. Sino que el pentecostalismo como
se concibió con sus bases teológicas cada día va desapareciendo. Es posible que todavía encuentre algún
vestigio del mismo o algún predicador que abonará a su causa, pero como medio
de mover masas y cantidad enormes de adeptos, desapareció. Evidentemente, si usted lee esto desde la óptica de su
iglesia local y pentecostal dirá lo contrario y lo entiendo. Pero si da una mirada panorámica más allá de
su entorno, le aseguro que va a variar su apreciación. Por ejemplo, y no necesariamente la métrica
absoluta, fíjese que las grandes y masivas campañas con su influencia sobre la
sociedad ya no existen. El porciento más
alto de mensajes locales y televisivos no apela a los conceptos básicos promulgados
por el pentecostalismo propiciando una mutación de un pensamiento muy
distinto.
El pentecostalismo que se desarrolló en Puerto
Rico para el 1906, guardaba mucha esencia de Azuza. Los rigores con los que se predicaba “para
sacar la isla del oscurantismo” como profesaba Juan L. Lugo, fueron latentes en
su prédica. Temas como la Santidad,
venida de Cristo, llenura del Espíritu Santo y conversión para salvación fueron
los elementos básicos de su mensaje. Este
tipo de prédica, todavía es posible escucharla en alguna iglesia local y
posiblemente en algunos sitios de Latinoamérica también. No obstante, en un porcentaje muy elevado lo
encontrará con alteraciones, omisiones y de forma masiva está casi
extinto. Al punto que el mensaje
fundamental de la venida de Cristo ha sido uno de los más afectados. La época
de mayor desarrollo pentecostal en Puerto Rico fue en las décadas del sesenta
hasta los mediados ochenta. A mediados
de los ochenta es donde empieza a sufrir cambios que lo van llevando a su
futura extinción.
La
mayoría del mensaje pentecostal y sus teologías originales han ido
desapareciendo gracias al impacto de
tres grandes movimientos que lo han golpeado y lo siguen haciendo sin el mismo
estar preparado para contrarrestarlo. Estos son; movimiento de Alabanza y Adoración
de los años 80, la llegada a Puerto Rico de los movimientos de palabras de FE
(Word Faith Movement) y el eventual mensaje de prosperidad (Prosperity Gospel).
Solo una razón es suficiente para justificar
por qué estos movimientos están haciendo desaparecer el pentecostalismo clásico
y a saber, la falta de preparación
teológica dentro de las filas del pentecostalismo, desde ministros hasta
laicos. Es el movimiento con la más
pobre preparación teológica en sus filas, la mayoría de sus colegios prepara la
gente para ser pentecostales y no necesariamente conocedores de teología. Esto ha provocado que no se tuvieran las
herramientas necesarias para contrarrestar las ideas traídas por los movimientos
mencionados. Es fácil identificar una
idea contraria a la fe, pero cuando esta viene mezclada con elementos
verdaderos, discernir no tiene precio. Esto,
sin dejar fuera la dejadez de las organizaciones en atajar el problema, quizás asumiéndolo como algo pasajero, como
también ante la amenaza de perder iglesias que adoptaban estas posturas y ver
mermados sus concilios.
Comencemos un análisis breve de estos
movimientos. El primero de todos fue el movimiento
de alabanza y adoración de los años ochenta. Este movimiento llega a través de la música
con el influjo de cantantes de Estados Unidos y Latinoamérica. Recuerdo el proyecto Doble A como uno de los
primeros en Puerto Rico. Esta
influencia sin la más mínima resistencia socavó las bases de la liturgia del
altar, se empezó a considerar que
cualquier estilo podría ser bueno y se puede usar para “ganar a alguien para el
Señor”. Es el tiempo en que los diversos
géneros de música secular que tradicionalmente le llamaban “mundano”, comienzan
a entrar en las iglesias pentecostales. Recuerdo la inclusión de la salsa por
Richie Rey y Bobby Cruz que fueron de los pioneros en esto. Se adapta la música
para hacerla atractiva y ganar la gente sin considerar lo que se estaba
perdiendo, solo se pensó en lo que se ganaba. El mensaje que convence por medio del oír por
el Espíritu Santo no es suficiente, ahora necesita una ayudita musical. La música cristiana perdió su individualidad musical
(sacra), propiciando su secularización. Se
comenzó a escuchar música cristiana en la radio secular y viceversa. Se
descubre el potencial económico de la música en este sector. Además, empezó a llegar a la iglesia gente
“convertida” de la farándula, y sin la más mínima preparación teológica se
convertían en pastores o cantantes cristianos siendo invitados a cultos o
cualquier actividad. Desapareció el uso
del himnario el cual contiene música mucho más teológica que la que
eventualmente se ha adoptado. También sin perder de vista la llegada de las
danzas coreografiadas y simbología judía. Algunos tristemente pensaron que esto traería
un crecimiento exponencial a la iglesia, pero la historia ha demostrado que no fue
así. Todo esto con el consentimiento y
la poca resistencia teológica de los pentecostales. Interesante por demás que
todos estos movimientos no son adaptaciones de otras religiones,
sino que nacen dentro del movimiento pentecostal.
Las otras influencias, y quizás las más
peligrosas porque deforman el pensamiento pentecostal y provocan el desarrollo
de “teologías” que contradicen sus fundamentos son el Movimiento de Palabra de
Fe y las de Prosperidad. Las cuales no
son ni teologías, ni doctrinas, pero sí, hermanitos del mismo fundamento. El movimiento de palabra de fe o la súper fe,
como muchos la conocieron en la década
de los ochenta en Puerto Rico, encuentra
su origen en los Estados Unidos en la prédica de Kenneth E. Hagin, quien fue
ministro de las Asambleas de Dios en Texas. Su prédica y fundamentos fueron adoptados por
prominentes predicadores pentecostales como Oral Robert y T.L. Osborn,
haciendo que sus ministerios tomaran un giro inesperado y
diametralmente opuesto a lo que antes predicaban.
Entre las múltiples ideas que expone el
movimiento de palabra de Fe se encuentra aquella que con solo una declaración
de la palabra el cielo se movería a su favor. Exponía que de la misma forma que
Dios habló y todo fue hecho, así Dios nos dio la palabra para que pase lo
mismo. Es curioso ver a alguien decir; “declara
o decreta una palabra”, “desata una palabra profética” o “no declares cosas
negativas”, vocabulario que proviene de esta creencia. Este tipo de idea, ha sido un trastoque de la
fe, ya que en vez de ser un medio, la convirtió en la finalidad para alcanzar
algo. La palabra de fe se convirtió en
una ordenanza a Dios para ejecutar algo de acuerdo con el capricho personal o
colectivo. La fe es un objeto de uso, es
tener la fe en la fe lo que hará que las cosas surjan y no necesariamente
esperar en Dios. Tanto la palabra de fe y la de prosperidad se mezclaron de
manera formidable e hicieron del mensaje con finalidad eterna se convirtiera en
uno de resolver únicamente lo inmediato. La santidad y la venida de Cristo hoy
son temas secundarios. Otros elementos de estos movimientos como palabras
proféticas, declaraciones, decretos, órdenes verbales, estructuras
ministeriales no vistas antes como profetas y apóstoles han hecho su incursión
en el pentecostalismo sin resistencia alguna.
El mensaje de prosperidad propició una
sacramentalización de lo material. Su prédica
propone condicionar la acción divina a las ofrendas y diezmos vendiendo la idea
de la prosperidad personal a través de los mismos. El escenario cambió, tu prosperidad no depende
ahora y exclusivamente de aspectos de santidad y búsqueda del Espíritu, el
dinero y lo que das también lo determina.
Para mi sorpresa y escándalo, fue
penoso ver por televisión gente tirando dinero sobre el altar por la prédica
“extraordinaria” que un predicador exponía en una iglesia de corte
pentecostal. Toda esta mezcla de
aparentes doctrinas o teologías han hecho que el pentecostalismo de doctrina clásica
esté por desaparecer, es solo cuestión de tiempo. Dos factores han hecho que estas ideas se
hayan desarrollado como una epidemia. La
primera, como mencioné, la escasa preparación teológica de los pentecostales; y
la segunda, la radio y televisión
cristiana.
La radio y televisión cristiana en Puerto Rico
dejó de ser una de exclusivo contenido, convirtiendo el mensaje pentecostal en uno
pop (adaptado a todo). El eslogan de una
famosa emisora “cristiana” de Puerto Rico mejor no lo puede expresar “son para
todos y también a los que no van a ninguna iglesia”. Claro, aquí está envuelto el rating, la
ganancia monetaria, el lucro y más grave aún, la secularización del evangelio
(las mezclas). Pero, ¿Cómo la radio y la
televisión han secularizado el evangelio?, será tema para otro artículo.
El pentecostalismo no desaparecerá del todo. Su esencia ha influenciado muchos movimientos
y denominaciones que no necesariamente comulgan con él. Todavía se podrá escuchar algún predicador u
organización que evoque esas ideas, pero en realidad el daño está hecho. El pentecostalismo mutó al punto de que se utiliza
el nombre de neo-pentecostal para identificar toda esta mezcla de ideas. Es posible que muchos justifiquen que lo
sucedido es una evolución natural del pentecostalismo. Sin embargo, ese pensamiento es difícil de
sostener por una razón teológica y es la forma en que un dogma debe
evolucionar. Muchas denominaciones
pentecostales establecieron principios y verdades poniendo sobre ellos su sello
inviolable, sacramental y
teológico. Entonces, estas verdades de
ser auténticas, jamás deberían ser contradichas o modificadas por alguna nueva
revelación, sino que, toda idea o
desarrollo debe darse en el marco del mismo fundamento. Por ejemplo, tomemos un dogma cristiano, la
Trinidad, sostenemos que la misma es
real y se compone de Padre, Hijo y Espíritu Santo. Ese principio es irrefutable, sin embargo
cómo interactúa el uno con el otro, cómo es su radio de acción en la humanidad,
es un tema que se desarrolla sobre la realidad primera, pero jamás la
contradice. En el caso de las posturas de los movimientos de palabra de fe y
prosperidad, son muchas las
contradicciones, enigmas y desaciertos que presentan con relación al precepto
bíblico.
Como mencioné al
principio, la poca organización y el desarrollo de entidades independientes
ahora le juegan en contra al pentecostalismo puertorriqueño. No existe consenso entre los pentecostales para
resolver este asunto. Actualmente, cada
denominación elabora y dirige su teología como mejor entiende agravando la
situación. Si quiere un ejemplo simple
de esta fragmentación, para el 2016, con
motivo de los 100 años de presencia pentecostal en Puerto Rico, no hubo una convocatoria nacional relevante, cada
organización lo celebró por su cuenta.
Con todo lo expuesto, entiendo que no hay vuelta atrás, una gran
parte de los concilios y sus iglesias están muy influenciados por estos
movimientos. A los concilios les
resultará complicado intervenir correctivamente en iglesias que hayan adoptado
estas ideas, por el temor a perderlas o tener una insurrección en sus filas. La
única manera de atenuar algo es elaborando una sistemática e intencional
reforma que incluya como eje principal una educación teológica más formal. Una reformulación o afirmación de teologías
que los identifiquen y, en casos extremos, una depuración paulatina del pensamiento
colectivo. ¿Complicado verdad? Ahora, esto
no implica un retroceso o represión religiosa, sino más bien un diálogo con lo
moderno y su identidad. Es un proceso de
tiempo y consistencia, en el cual sus
ganancias no serán visible a corto plazo.
Sin embargo, son muchas las cosas que sabemos que pesan en
contra, en ocasiones importa más la cantidad de iglesias, que la verdad que
predica, el dinero que genera una idea que la verdad que salva. Los pentecostales tendrán que establecer un
nuevo diálogo, de lo contrario estarán
destinados al vaivén de las ideas y los tiempos, exponiendo al pentecostalismo clásico a su
eventual extinción.
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