Al ver el titulo del articulo rápidamente o posiblemente usted contestará afirmativamente que  la iglesia es una alternativa o mejor dicho, la alternativa.  Pensará, que la iglesia realiza el suficiente esfuerzo para que la violencia sea aminorada y sus efectos no sean tan devastadores.  No obstante, el asunto de la relación de iglesia y criminalidad o violencia se  debe plantear de una forma seria, justa e imparcial.   Es meritorio señalar que no podemos ver los asuntos de la criminalidad como espectadores,  sino de persona participes y víctimas de esta situación.  Como creyentes no es correcto ver esto desde las gradas de la indiferencia, sino de una manera participativa y desde un punto altamente reflexivo.  Cuando abordamos el punto de la violencia tendríamos que analizar su fenómeno social, económico, político y religioso-teológico.  Sin embargo, para esta ocasión sólo lo haremos en relación a los elementos que la rodean, y en especial la iglesia.

Para partir de un estudio racional,  en el que podamos comprender el asunto. Tenemos que considerar algunos de los puntos relacionados a la violencia:
  • Que la violencia es un mal social mundial.
  • Que la violencia está en todos los ámbitos de nuestra vida.
  •  Que se manifiesta en muchas y variadas expresiones.
  • Que hay elementos que la promueven , la toleran o la ignoran.
  •  Que es un resultado de la pecaminosidad del hombre.

Los creyentes nacidos de nuevo en Cristo tenemos la responsabilidad teológica de repensar el evangelio a la luz de los acontecimientos de nuestro diario vivir.  Al mencionar la palabra repensar no hablo de cambiar o alterar los principios que rodean la verdad escritural, sino de la forma práctica y contundente en que cada uno de los que componen la iglesia deben hacer teología.

En una definición técnica,  teología significa el estudio de Dios.   La pregunta seria ¿de qué Dios? Claro diríamos del Dios padre, omnisciente, omnipotente, todo amor y compasión que vino encarnado en la figura de Cristo y se autodonó por salvar la humanidad.  El que le decimos a la gente que hay que buscar y vivir en “completa” armonía con su palabra, el Dios de la santidad y que no tolera el pecado.   El Dios de la “verdad absoluta” que se reveló una vez y por siempre a través de Jesús y su palabra.  El Dios invisible que escribe la historia y decide incursionar en la misma.   Sin embargo,  lo antes expuesto suena muy espiritual y correcto,  pero partiendo desde el punto del cuestionamiento teológico y en relación a la violencia deberíamos hacernos varias preguntas:
  • ¿Cómo todo este pensamiento encaja en nuestro país?
  •  ¿Qué debería pasar después de un conocimiento teológico como este?
  •  ¿Será la violencia en si una oportunidad para que esta verdad de Dios pueda ser revelada?
  •   La perspectiva de este pensamiento, ¿afecta de manera adecuada la gente que nos toca ministrar?
  •  ¿Podrá este mensaje ser un arma de prevención social?
  •  ¿Será esta  una verdad idealista, o debería ser evidente?
  •  ¿Justifica este conocimiento el abandono o la incursión de la iglesia en temas y problemáticas como esta?

Con las  preguntas antes expuesta, reflexionaríamos entonces; ¿Ha sido la iglesia participe, tolerante e indiferente a la realidad de la violencia?  OJO: “No conteste esta pregunta desde las gradas, recuerde que usted es iglesia también,  es su asunto!!”

Veamos esto de una forma más concreta partiendo desde nuestro modo litúrgico/religioso.  Cuando analizamos la iglesia de este modo nos percatamos que el enfoque de la iglesia moderna en la mayoría de los casos está en la búsqueda única y exclusiva de Dios, en un sometimiento a preceptos y enseñanzas para los cuales su cumplimiento los lleva a una santidad y eventuales candidatos a la vida eterna.  Mas aún, muchos han sido arrastrados por filosofías y costumbres ajenas al mandato bíblico y otros su prioridad son sus templos o programas, etc. 

Sin embargo, la pregunta sería la siguiente, ¿Será balanceado este punto de hacer iglesia en relación a la problemática social vigente?; ¿Habrá algo adicional a nuestros programas y actividades?, ¿En un momento de crisis existencial,  es útil esta forma de iglesia?  Es lamentable decir,  que reiteradamente los conceptos teológicos se quedan en ese lugar y no tienen un efecto real en la sociedad.  Esto no surge porque el mensaje es ineficiente y ha perdido su poder, sino que, nosotros con nuestra comodidad teológica anulamos su efecto en la sociedad que nos rodea.

Una cosa es aprender la teología y la otra es hacerla.   Podemos partir del idealismo de una teología ya realizada en la cual nada nuevo existe o por otra parte,  podríamos comenzar por hacer teología concreta y eficiente que resulte en un efecto sustancial en la gente que la oye y  la crean.

‘Un conocimiento teológico sin la acción que conlleva este, es vano, inútil  que en vez de irradiar vida convierte nuestra iglesia en cementerios silenciosos y sus practicantes en portavoces de muerte”

Sería apropiado para finalizar ver desde la perspectiva de Dios/Cristo.  Si vemos las Sagradas Escrituras, estas tratan del amor de Dios hacia la humanidad.  De cómo el Dios invisible metafísico se revela por amor y  para el bien de su creación, el hombre/mujer.  Si tomamos en cuenta que el acto de la encarnación de Cristo no fue un evento al azar entonces debemos preguntarnos:
  •  ¿Para que el evento de la encarnación?
  •  Más allá de la profecía bíblica, ¿qué quería cumplir Cristo con esto? ¿Siendo Dios, qué necesidad tenía?
  • ¿Hay algún mensaje en este acto que debamos analizar e interiorizar?
  • ¿Fue un modelo?  ¿De qué y para qué?

Si vemos a  Dios encarnarse en la figura de Jesús, padecer en la cruz por compasión al mundo  y para ver al ser humano reivindicado y realizado en todas sus áreas, entonces, ¿Cuál debe ser  el modelo a seguir de la iglesia en un mundo violento?  ¿Cuál será su misión?,  ¿Cómo la gente que sufre esta situación puede ver a Dios viviendo estos eventos? ¿Como se lo hacemos entender?  Son las cosas que como creyentes, lideres y pastores debemos repensar y reflexionar.

Finalmente,  teología sín su expresión pública es inerte y muerta, solo es un mero conocimiento que puede evocar egoísmos y acepción de personas,  cosas totalmente contrarias al mensaje de la Cruz.  La iglesia es copartícipe de la violencia cuando la patrocinamos con nuestra inercia, cuando nuestros programas eclesiásticos se enfocan en sólo eso, programas y ministerios locales y en no desarrollar la instrumentalidad o repensar su forma de acercarse al mundo que lo rodea.  Podemos pecar por comisión o por omisión, no decir y actuar es consentirlo,  porque cualquiera sea nuestra manera de comportarnos,  esta expresará un mensaje a favor o en contra.

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