La ética es un asunto del cual todas las organizaciones públicas, privadas y religiosas deben prestar una definitiva atención.  Los líderes deben tener presente que en el comportar ético es donde se ve qué clase de líderes y organización tienen.  Aunque la ética proviene de un término secular, es algo que se estudia en todo seminario religioso, ya que no deja de estar lejos de los postulados que la misma Biblia expresa como necesarios para una sana convivencia y bien de la sociedad en general.


 

Sí, el pentecostalismo como lo conocimos está agonizando. Posiblemente te resulte un poco inusual este tópico, pero es porque en realidad son pocos los que se han aventurado a hablar del tema.  No es mi interés en este artículo validar o refutar la postura o pensamiento pentecostal, ni apelar a una nostalgia que propicie un sentimiento de volver a la “senda antigua”, “primer amor” o “retomar lo perdido”.  Tampoco es mi interés levantar pasiones o rebeldías fundamentalistas y proteccionistas. Si entiende que esto podría causarle malestar, le sugiero que lo deje aquí y siga feliz con lo que cree. Ahora,  si ha decidido seguir leyendo, sepa que lo que sigue requiere cierto grado de madurez y amplitud intelectual para que de manera crítica pueda entender los cambios que el pentecostalismo ha estado viviendo en las últimas décadas, y que lo descarrilan de su esencia inicial.  Evidentemente, nos referimos al pentecostalismo clásico, el cual tuvo su origen en ciertos principios teológicos que le daban su nombre y que con el paso del tiempo y las influencias que ha tenido en los últimos treinta años, agoniza,  y su muerte es cuestión de tiempo.  Es posible que muchos aseguren que su concilio o iglesia pueda llamarse pentecostal por las características que observan en ellas, lo cual puede tener alguna validez.  No obstante, el llamarse pentecostal requiere más que elementos visuales, existen una serie de principios, prácticas y creencias que lo formaron,  y que la carencia de ellas aunque ostente ese nombre no necesariamente te hace uno de ellos.

Vamos a verlo de este modo. Posiblemente la siguiente analogía nos dé al menos una idea de lo que quiero exponer.  Usted desea comprar una pizza de jamón, llama a la pizzería, la ordena,  y cuando la busca definitivamente ahí está,  la pizza con el ingrediente solicitado.  No obstante, días más tarde vuelve y llama, ordena su pizza favorita de jamón y cuando la va a buscar encuentra que tiene jamón, pero también le añadieron vegetales. Asombrado usted por el inusual hallazgo también se percata que le cobraron más y va a reclamar que su pizza era de jamón y que la servida tiene otro ingrediente. Evidentemente, aunque la pizza tenía el ingrediente solicitado, no la puedo clasificar de jamón porque al tener otro ingrediente ya sería una pizza de otra clasificación.  Lo mismo pasa con cualquier movimiento, en este caso el pentecostal.  Podrá tener elementos conocidos, pero tan pronto se le añadieron otros elementos que alteran o contradicen su esencia, pentecostal no es.

Es un hecho que el pentecostalismo ha sido un movimiento de sensacional crecimiento en el mundo entero.  Sus ideas y estructuras formadas por los movimientos de santidad en los EE.UU al final del siglo XVIII y principios del siglo XIX, desembocaron en el llamado avivamiento de la calle Azuza ocurrido en Los Ángeles California, en 1906.  Desde 1906 hasta 1915, la calle Azusa fue el punto de encuentro de personas que por interés o curiosidad llegaron de lugares distantes llevando el pentecostalismo a sus países y regiones, siendo América Latina uno de los territorios de mayor desarrollo.  Eventualmente, llega a Puerto Rico en el 1916 por la prédica de Juan L. Lugo.

Según Federico Bruner, en su libro A theology of the Holy Spirit resume las diversas fuerzas que convergen produciendo las bases del movimiento pentecostal.  Según este autor, el metodismo fue el terreno moderno en donde floreció el pentecostalismo, por su esmero en un avivamiento, su punto teológico principal.  Charles Finney, junto al movimiento de santidad, se consideran los elementos que desarrollaron la teología y práctica.  Según Arthur Clement, en su libro Carismáticos y Pentecostales una historia confesional, expone que el vínculo principal entre el metodismo y el pentecostalismo se centra en el deseo de una experiencia que ocurre después de la conversión.  El metodismo buscaba una experiencia instantánea de santificación, mientras el pentecostalismo aspiraba a un bautismo después de la conversión.  De estos dos elementos se desarrollaron las doctrinas básicas del pentecostalismo, las cuales eran Santidad personal, la Venida de Cristo, la Salvación y el Bautismo en el Espíritu Santo como experiencia posterior a la conversión.

Es muy complicado hacer un análisis global y total del pentecostalismo.  Fueron miles los conceptos, interpretaciones y aplicaciones que ha tenido en todos los lugares que ha llegado.  Solo con una mirada a la diversidad de organizaciones pentecostales que existen te da una idea de lo complicado del asunto.  Desde sus comienzos el movimiento se desarrolló sin una organización o estructura adecuada, cada persona que vivía la experiencia la llevaba a su lugar de origen cargando su matiz personal y lo que interpretaba sobre lo escuchado en Azuza o por los que estuvieron allí.  No es hasta que se forman diversas organizaciones como la Iglesia de Dios y las Asambleas de Dios que algunas congregaciones afiliadas se verán regidas por reglas, normas y principios fundamentales que cada organización desarrollaría. En esencia, el pentecostalismo se levanta basado en una pluralidad de organizaciones e iglesias totalmente independientes unas de las otras.  Esta independencia que al parecer se ve funcional basada en organizaciones o concilios, eventualmente será la espina que llevará al pensamiento pentecostal a las futuras mutaciones de su mensaje.

Cuando hablo de un pentecostalismo agonizante, no lo hablo en el sentido de una total desaparición, lo que sería faltarle a la realidad.  Sino que el pentecostalismo como se concibió con sus bases teológicas cada día va desapareciendo.  Es posible que todavía encuentre algún vestigio del mismo o algún predicador que abonará a su causa, pero como medio de mover masas y cantidad enormes de adeptos, desapareció.  Evidentemente,  si usted lee esto desde la óptica de su iglesia local y pentecostal dirá lo contrario y lo entiendo.  Pero si da una mirada panorámica más allá de su entorno, le aseguro que va a variar su apreciación.  Por ejemplo, y no necesariamente la métrica absoluta, fíjese que las grandes y masivas campañas con su influencia sobre la sociedad ya no existen.  El porciento más alto de mensajes locales y televisivos no apela a los conceptos básicos promulgados por el pentecostalismo propiciando una mutación de un pensamiento muy distinto.

El pentecostalismo que se desarrolló en Puerto Rico para el 1906, guardaba mucha esencia de Azuza.  Los rigores con los que se predicaba “para sacar la isla del oscurantismo” como profesaba Juan L. Lugo, fueron latentes en su prédica.  Temas como la Santidad, venida de Cristo, llenura del Espíritu Santo y conversión para salvación fueron los elementos básicos de su mensaje.  Este tipo de prédica, todavía es posible escucharla en alguna iglesia local y posiblemente en algunos sitios de Latinoamérica también.  No obstante, en un porcentaje muy elevado lo encontrará con alteraciones, omisiones y de forma masiva está casi extinto.  Al punto que el mensaje fundamental de la venida de Cristo ha sido uno de los más afectados. La época de mayor desarrollo pentecostal en Puerto Rico fue en las décadas del sesenta hasta los mediados ochenta.  A mediados de los ochenta es donde empieza a sufrir cambios que lo van llevando a su futura extinción.

                La mayoría del mensaje pentecostal y sus teologías originales han ido desapareciendo gracias al  impacto de tres grandes movimientos que lo han golpeado y lo siguen haciendo sin el mismo estar preparado para contrarrestarlo. Estos son; movimiento de Alabanza y Adoración de los años 80, la llegada a Puerto Rico de los movimientos de palabras de FE (Word Faith Movement) y el eventual mensaje de prosperidad (Prosperity Gospel).

Solo una razón es suficiente para justificar por qué estos movimientos están haciendo desaparecer el pentecostalismo clásico y a saber,  la falta de preparación teológica dentro de las filas del pentecostalismo, desde ministros hasta laicos.  Es el movimiento con la más pobre preparación teológica en sus filas, la mayoría de sus colegios prepara la gente para ser pentecostales y no necesariamente conocedores de teología.  Esto ha provocado que no se tuvieran las herramientas necesarias para contrarrestar las ideas traídas por los movimientos mencionados.  Es fácil identificar una idea contraria a la fe, pero cuando esta viene mezclada con elementos verdaderos, discernir no tiene precio.  Esto, sin dejar fuera la dejadez de las organizaciones en atajar el problema,  quizás asumiéndolo como algo pasajero, como también ante la amenaza de perder iglesias que adoptaban estas posturas y ver mermados sus concilios.

Comencemos un análisis breve de estos movimientos.  El primero de todos fue el movimiento de alabanza y adoración de los años ochenta.  Este movimiento llega a través de la música con el influjo de cantantes de Estados Unidos y Latinoamérica.  Recuerdo el proyecto Doble A como uno de los primeros en Puerto Rico.   Esta influencia sin la más mínima resistencia socavó las bases de la liturgia del altar,  se empezó a considerar que cualquier estilo podría ser bueno y se puede usar para “ganar a alguien para el Señor”.  Es el tiempo en que los diversos géneros de música secular que tradicionalmente le llamaban “mundano”, comienzan a entrar en las iglesias pentecostales. Recuerdo la inclusión de la salsa por Richie Rey y Bobby Cruz que fueron de los pioneros en esto. Se adapta la música para hacerla atractiva y ganar la gente sin considerar lo que se estaba perdiendo, solo se pensó en lo que se ganaba.  El mensaje que convence por medio del oír por el Espíritu Santo no es suficiente, ahora necesita una ayudita musical.  La música cristiana perdió su individualidad musical (sacra),  propiciando su secularización. Se comenzó a escuchar música cristiana en la radio secular y viceversa. Se descubre el potencial económico de la música en este sector.  Además, empezó a llegar a la iglesia gente “convertida” de la farándula, y sin la más mínima preparación teológica se convertían en pastores o cantantes cristianos siendo invitados a cultos o cualquier actividad.  Desapareció el uso del himnario el cual contiene música mucho más teológica que la que eventualmente se ha adoptado. También sin perder de vista la llegada de las danzas coreografiadas y simbología judía.  Algunos tristemente pensaron que esto traería un crecimiento exponencial a la iglesia,  pero la historia ha demostrado que no fue así.  Todo esto con el consentimiento y la poca resistencia teológica de los pentecostales. Interesante por demás que todos estos movimientos no son adaptaciones de otras religiones, sino que nacen dentro del  movimiento pentecostal.

Las otras influencias, y quizás las más peligrosas porque deforman el pensamiento pentecostal y provocan el desarrollo de “teologías” que contradicen sus fundamentos son el Movimiento de Palabra de Fe y las de Prosperidad.  Las cuales no son ni teologías, ni doctrinas, pero sí, hermanitos del mismo fundamento.  El movimiento de palabra de fe o la súper fe,  como muchos la conocieron en la década de los ochenta en Puerto Rico,  encuentra su origen en los Estados Unidos en la prédica de Kenneth E. Hagin, quien fue ministro de las Asambleas de Dios en Texas.  Su prédica y fundamentos fueron adoptados por prominentes predicadores pentecostales como Oral Robert y  T.L. Osborn,  haciendo que sus ministerios tomaran un giro inesperado y diametralmente opuesto a lo que antes predicaban.

Entre las múltiples ideas que expone el movimiento de palabra de Fe se encuentra aquella que con solo una declaración de la palabra el cielo se movería a su favor. Exponía que de la misma forma que Dios habló y todo fue hecho, así Dios nos dio la palabra para que pase lo mismo.  Es curioso ver a alguien decir; “declara o decreta una palabra”, “desata una palabra profética” o “no declares cosas negativas”, vocabulario que proviene de esta creencia.  Este tipo de idea, ha sido un trastoque de la fe, ya que en vez de ser un medio, la convirtió en la finalidad para alcanzar algo.  La palabra de fe se convirtió en una ordenanza a Dios para ejecutar algo de acuerdo con el capricho personal o colectivo.  La fe es un objeto de uso, es tener la fe en la fe lo que hará que las cosas surjan y no necesariamente esperar en Dios. Tanto la palabra de fe y la de prosperidad se mezclaron de manera formidable e hicieron del mensaje con finalidad eterna se convirtiera en uno de resolver únicamente lo inmediato. La santidad y la venida de Cristo hoy son temas secundarios. Otros elementos de estos movimientos como palabras proféticas, declaraciones, decretos, órdenes verbales, estructuras ministeriales no vistas antes como profetas y apóstoles han hecho su incursión en el pentecostalismo sin resistencia alguna. 

El mensaje de prosperidad propició una sacramentalización de lo material.  Su prédica propone condicionar la acción divina a las ofrendas y diezmos vendiendo la idea de la prosperidad personal a través de los mismos.  El escenario cambió, tu prosperidad no depende ahora y exclusivamente de aspectos de santidad y búsqueda del Espíritu, el dinero y lo que das también lo determina.  Para mi sorpresa y escándalo,  fue penoso ver por televisión gente tirando dinero sobre el altar por la prédica “extraordinaria” que un predicador exponía en una iglesia de corte pentecostal.  Toda esta mezcla de aparentes doctrinas o teologías han hecho que el pentecostalismo de doctrina clásica esté por desaparecer, es solo cuestión de tiempo.  Dos factores han hecho que estas ideas se hayan desarrollado como una epidemia.  La primera, como mencioné, la escasa preparación teológica de los pentecostales; y la segunda,  la radio y televisión cristiana.

La radio y televisión cristiana en Puerto Rico dejó de ser una de exclusivo contenido, convirtiendo el mensaje pentecostal en uno pop (adaptado a todo).  El eslogan de una famosa emisora “cristiana” de Puerto Rico mejor no lo puede expresar “son para todos y también a los que no van a ninguna iglesia”.  Claro, aquí está envuelto el rating, la ganancia monetaria, el lucro y más grave aún, la secularización del evangelio (las mezclas).  Pero, ¿Cómo la radio y la televisión han secularizado el evangelio?, será tema para otro artículo.

El pentecostalismo no desaparecerá del todo.  Su esencia ha influenciado muchos movimientos y denominaciones que no necesariamente comulgan con él.  Todavía se podrá escuchar algún predicador u organización que evoque esas ideas, pero en realidad el daño está hecho.  El pentecostalismo mutó al punto de que se utiliza el nombre de neo-pentecostal para identificar toda esta mezcla de ideas.  Es posible que muchos justifiquen que lo sucedido es una evolución natural del pentecostalismo.  Sin embargo, ese pensamiento es difícil de sostener por una razón teológica y es la forma en que un dogma debe evolucionar.  Muchas denominaciones pentecostales establecieron principios y verdades poniendo sobre ellos su sello inviolable,  sacramental y teológico.  Entonces, estas verdades de ser auténticas, jamás deberían ser contradichas o modificadas por alguna nueva revelación,  sino que, toda idea o desarrollo debe darse en el marco del mismo fundamento.  Por ejemplo, tomemos un dogma cristiano, la Trinidad,  sostenemos que la misma es real y se compone de Padre, Hijo y Espíritu Santo.  Ese principio es irrefutable, sin embargo cómo interactúa el uno con el otro, cómo es su radio de acción en la humanidad, es un tema que se desarrolla sobre la realidad primera, pero jamás la contradice. En el caso de las posturas de los movimientos de palabra de fe y prosperidad,  son muchas las contradicciones, enigmas y desaciertos que presentan con relación al precepto bíblico.

                Como mencioné al principio, la poca organización y el desarrollo de entidades independientes ahora le juegan en contra al pentecostalismo puertorriqueño.  No existe consenso entre los pentecostales para resolver este asunto.  Actualmente, cada denominación elabora y dirige su teología como mejor entiende agravando la situación.  Si quiere un ejemplo simple de esta fragmentación, para el 2016,  con motivo de los 100 años de presencia pentecostal en Puerto Rico,  no hubo una convocatoria nacional relevante, cada organización lo celebró por su cuenta. 

Con todo lo expuesto,  entiendo que no hay vuelta atrás, una gran parte de los concilios y sus iglesias están muy influenciados por estos movimientos.  A los concilios les resultará complicado intervenir correctivamente en iglesias que hayan adoptado estas ideas, por el temor a perderlas o tener una insurrección en sus filas. La única manera de atenuar algo es elaborando una sistemática e intencional reforma que incluya como eje principal una educación teológica más formal.  Una reformulación o afirmación de teologías que los identifiquen y, en casos extremos,  una depuración paulatina del pensamiento colectivo.  ¿Complicado verdad? Ahora, esto no implica un retroceso o represión religiosa, sino más bien un diálogo con lo moderno y su identidad.  Es un proceso de tiempo y consistencia,  en el cual sus ganancias no serán visible a corto plazo.

Sin embargo,  son muchas las cosas que sabemos que pesan en contra, en ocasiones importa más la cantidad de iglesias, que la verdad que predica, el dinero que genera una idea que la verdad que salva.  Los pentecostales tendrán que establecer un nuevo diálogo,  de lo contrario estarán destinados al vaivén de las ideas y los tiempos,  exponiendo al pentecostalismo clásico a su eventual extinción.




Se abre la escena en donde se invitan a las iglesias y sus líderes a participar de un congreso en el cual se proveerán “herramientas” esenciales para el desarrollo del líder cristiano.  Con una publicidad convincente y personas prominentes se anuncia por los medios de comunicación la importancia de invertir en el desarrollo del liderazgo de la iglesia.  Sin embargo, al ver la lista de participantes raramente las personas observan la diversidad de ideas, visión y conceptos que los ponentes de estas conferencias traen consigo, muchas inclinadas a la fe y otras de pura visión corporativa secular.  Por ejemplo, viene un pastor que,  por lo general,  es de una mega iglesia “exitosa” de los EE.UU, un empresario de una corporación que ha tenido un crecimiento notable a dar los pormenores de su súbito éxito y no necesariamente persona de la Fe.  Como tercer ponente, hace falta un motivador que con anécdotas y conocimientos de la psicología comercial sature de alegría el lugar, dejándonos con la boca abierta y llena de emoción.  Finalmente, el ponente del llamado a la conciencia, el que tomará todas estas ideas y nos dirá que para cumplir la meta en el Señor, Dios habilitó este congreso.  Las palabras visión, éxito, emprender,  innovar y las relacionadas al carácter serán las que dominan los temas del día.  Al final se hará una oración y sin juicio alguno se dará por sentado que todo lo dicho en el llamado congreso era palabra de Dios.

La anti-intelectualidad no es un fenómeno novedoso.   Con realizar una investigación poco profunda podemos ver este comportamiento a través de la historia,  encontrando su expresión en aspectos políticos, sociales y religiosos.   Sin embargo, en todas las sociedades y épocas han existido pensadores e intelectuales que realizaron grandes aportes en las diferentes áreas del saber.  No obstante, esto no significa que todo ha sido para bien,  en algunos casos estas personas con altos perfiles intelectuales han manipulado, controlado y coartado otros sectores sociales, y en el peor de los casos,  llevándolos a crisis económicas, guerras y problemas de identidad social.  Debido a esto, la historia muestra  cómo en muchas sociedades se rechazó a intelectuales debido a que para diversos sectores representaban esas clases opresoras que mencioné anteriormente.
            Otros visos de anti-intelectualismo se han dado en los regímenes totalitarios o dictatoriales.  Estos suprimían el arte, el escrito y toda forma de expresión racional-critico catalogándolo, en ocasiones, como un acto de subversión hacia el estado.  Fueron miles las bibliotecas, imprentas y periódicos que fueron cerrados y quemados por esta causa, como pasó en la Alemania de Hitler y los judíos, en los tiempos del desarrollo del cristianismo, entre otros.  En la actualidad y sin interés de abundar en el tema encontramos la demonización de la prensa y de todo aquel que tenga un pensamiento crítico en los Estados Unidos, creando una ola que afecta varios países de Europa.  Por otro lado, tomando en cuenta los patrones sociales en que vivimos es fácil identificar cómo la sociedad va adoptando características típicas de idiotez colectiva en los cuales se promueve la idea del poco cuestionamiento crítico y en el más agudo de los casos de ninguno.
             Este patrón social se justifica de muchas maneras, considerando primeramente la publicidad individualizada que patrocina un estado de no dependencia o sujeción.  Además,  los sistemas de fácil acceso comercial que promueven un rápido alcance y sin esfuerzos a servicios bancarios y mercancías,  el mal enfoque en el uso de la tecnología en donde personas de todas las edades se gastan la vida frente a juegos, teléfonos y computadoras y una educación pública selectiva que no aporta al desarrollo de un pensamiento crítico. Por otro lado,  la creación de academias y colegios técnicos vendiendo la idea de una carrera fácil para alcanzar las metas propuestas, sin saber que estas carreras, en ocasiones, no les proveen los criterios necesarios para su desarrollo profesional, empujándolos a ser esclavos de grandes cadenas comerciales u optar en gastar sus recursos económicos en cursos cortos que no le llevarán a nada.   Además, de una publicidad violenta en la redes sociales,  la lírica de diversos géneros musicales y la tendencia socialmente aceptada de diluir la razón con argumentos que rayan en la falacia.  Más aún, se siembra la duda, propiciando el gran dilema de quién verdaderamente la tiene.
            La anti-intelectualidad se define como la hostilidad y desconfianza hacia el intelecto, los intelectuales y la actividad intelectual, generalmente, expresada en escarnio de la educación, filosofía, literatura, arte y ciencia como poco práctico y despreciable[1].  El escritor y profesor de bioquímica Isaac Asimov define el anti-intelectualismo como el culto a la ignorancia. Ha sido una constante en nuestra historia política y cultural, promovida por la falsa idea de que la democracia consiste en que "mi ignorancia es tan válida como tu conocimiento”.
            Realmente, el tema de la anti-intelectualidad contiene muchas variantes las cuales resultan difícil de exponer en este artículo.  No obstante,  todo lo esbozado anteriormente no es algo aislado a lo que sucede en muchos movimientos religiosos de la actualidad.  El error más común entre las diversas comunidades religiosas es pensar que las características de una sociedad no se reflejan en las iglesias. El apóstol Pablo advirtió sobre el particular en Romanos 12:2, ya que él entendía que los entornos podían ser una influencia, en algunos casos negativos, al comportamiento ético distintivo de las personas de Fe.
            Existen infinidad de estudios que revelan un alto por ciento de ministros que no poseen estudios teológicos apropiados.   En décadas pasadas el fenómeno era mucho más alarmante, ya que la mayoría no poseían estudios en materia alguna o no habían completado sus grados de escuela secundaria.  Por otro lado, los laicos en su gran mayoría no estudian la Fe que dicen creer, solo se limitan a escuchar y repetir sin los criterios necesarios.  Los colegios e institutos denominacionales  limitan el estudio teológico a lo que su organización dice creer.   Recuerdo en una ocasión que me encontraba en una librería cristiana y al seleccionar el libro de mi interés, el vendedor me critica negativamente el libro escogido, lo cual me sorprendió, pero a la vez entendí por dónde iba el asunto.   Seguidamente le pregunté si era estudiante de algún instituto bíblico, a lo cual me contesta afirmativamente, así que le pregunté: ¿Qué distinto estudias en el seminario que asistes, a la predica de tu pastor el domingo?  El estudiante y vendedor me mira y me dice: “ninguna”.  Entonces, le pregunto: ¿Crees que estudias la Escritura o estás estudiando para que tu organización sobreviva?  Imagine el asombro del joven, desconozco que sucedió después de eso,  pero la realidad es que muchos seminarios denominacionales no enseñan teología, solo educan en cómo sostener y defender lo que su organización predica, asegurando su larga vida.
            Con todas las recomendaciones y modelos bíblicos sobre la importancia del estudio serio de la escritura,  y más aún,  la importancia que la misma sociedad le pone a la educación, es increíble ver personas que dicen profesar la fe cristiana y tener en poca estima el estudio teológico de la Escritura.   Recientemente, dando un taller en una escuela pública,  por alguna razón, salió a relucir mi preparación académica teológica.  Se acerca un pastor pentecostal y me dice que el interesaba estudiar teología, pero que no lo hacía porque le “mataba eso del espíritu”.  Para este pastor no sé de qué manera el estudio teológico le mata el Espíritu,  pero casos como este son muestra del síntoma de muchos en nuestras iglesias, que reniegan el estudio sistemático de la escritura.   Muchos llamados creyentes no tienen problemas con que sus hijos estudien en universidades cualquier tipo de profesión, pero ¿Teología?, ¿para qué sirve eso?, o como me comentó alguien en una ocasión: “no estudies mucho eso, que terminas loco”.
            La problemática se agudiza cuando ministros le quitan el valor al estudio teológico formal.  Es menester ver en la redes sociales frases no solo de laicos, sino de ministros decir:“la teología no salva…es el Espíritu”, “Dios no busca sabiduría humana, sino el corazón”,  el famoso :“la letra mata” y en fin,  innumerables ilustraciones quitando el valor al estudio teológico.   Por lo general, los movimientos que fijan su norte en lo que “el Espíritu revela” son los más reacios al estudio y vehementemente refutan cuestionamiento alguno, “porque al Espíritu no se le cuestiona”.  Es por esto, que cuando el movimiento de prosperidad y el neo pentecostalismo hizo su aparición, muchos no tenían las herramientas para refutarlo y otros simplemente lo asimilaron, y ya vemos lo que tenemos hoy.
            Es responsabilidad como creyentes conocer bien las Escrituras, y esta tiene igual peso para la congregación y su liderazgo.  No es limitar el estudio a lo que la organización plantea, sino lo que la cristiandad tiene que decir de la Fe.  Estudiar la escritura solamente desde una perspectiva religiosa te proveerá una opinión miope y defectuosa de la Fe.  Este menosprecio institucionalizado en muchas iglesias los puede llevar a que sean manipulados y llevados por cualquier “viento de doctrina”.   Para los ministros, es crucial, ya que se corre un gran riesgo de predicar un engaño con la mejor intención del mundo.  Ver el pensamiento bíblico desde una perspectiva más educada, nos ayuda a formar una fe coherente y a tener iglesias con un norte definido.  Por el contrario, se exponen a una predica simplista y superficial, una fe circunstancial y tener que innovar cada domingo para poder sostener una congregación que por falta de profundidad bíblica ven en el entretenimiento la razón para ir a la iglesia.



[1] https://es.wikipedia.org/wiki/Antiintelectualismo

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